• Aventuras locales
  • Esta es la historia de las palmeras que llegaron a sembrar esperanza

    En la historia de vida de millones, dos inmigrantes alemanes llegaron a Tafí Viejo para sembrar, entre tantas cosas, un par de palmeras que representaron la nueva vida lejos de los horrores de la guerra.

    Imagen de la vivienda en Paysandu 662. Fuente: Cynthia Torres Stockl.

    “La identidad taficeña tiene un ADN multicultural. Los habitantes de Tafí son bajados de los barcos, pero también de las montañas”, reflexionó el investigador y abogado, Luis Caro Zottola, en alusión a la pura cepa que existe en las raíces de la ciudad del Limón.  

    Tafí Viejo está por cumplir 123 años en mayo y, por su rico pasado que tanto identifica al pueblo, el recuerdo del conglomerado de inmigrantes que llegaron a estas tierras sigue siendo un testimonio entre los ciudadanos. Como ser el caso de Cynthia Torres Stockl y su propia historia que tanto la une al añejo y agridulce Tafí.   

    “Pasaron más de 100 años desde que inmigrantes alemanes, entre ellos mis bisabuelos maternos, Fernando Muller, de Berlín, y Margarita Smith, que llegaron a Tafí Viejo tras escapar del horror de la guerra”, explicó en principió Torres, una psicóloga y docente de 43 años que “se crio durante toda su adolescencia y juventud en la casa de sus abuelos” y que ahora vive al que lo llaman el ‘Jardín de Tucumán’. 

    Como gran parte de los taficeños que deciden direccionar su vida hacia las afueras de la Ciudad del Limón, lo días de Cynthia los transita entre el “aquí, el allá y el más allá”. Un claro ejemplo que deja entrever que Tafí Viejo nunca se olvida. Muta a través del tiempo, pero su esencia siempre está al rojo vivo.  

    En aquella condición adversa en la que fueron concebidas: situaciones de violencia, dolor, miedo y desesperación que atravesaron sus antepasados, nació la búsqueda de “nuevos rumbos”. Cuando llegaron “sembraron esperanza, trabajo, familia, lazos con la comunidad y también, como símbolo de su apuesta, dos palmeras guardianas de una casa que lleva, entre otras marcas, un timón en su terraza”, entretejió con palabras la bisnieta de aquel carpintero que construyó aquella vivienda “ladrillo por ladrillo” y cincelada en tiempos dificiles. 

    Como si fuera parte de una metáfora austera, pero de una belleza incomparable, las especies duraron lo que tenían que durar: más de 100 años empotradas dentro de la casa, como un “símbolo de esperanza, de nueva vida y lejos del horror de la guerra”. No fue hasta hace mucho que un verano caluroso y húmedo, como acostumbra la provincia, el pesar llegó de manera natural. 

    Primero fue por “una tormenta que desplegó un rayo directo al corazón de una de ellas” y tuvo que ser cortada. Al año siguiente, su gemela, “amaneció con su copa torcida” y debió también ser extraída. Fue el actual Intendente Javier Noguera quien se adscribió por la causa, luego de escuchar el pedido de la familia. “Lejos de querer, por seguridad de los vecinos y de nosotros mismos, Javier se ocupó de mandar dos grúas de gran porte y extraer el último ejemplar”, confesó Cynthia quien agradeció de todo corazón el accionar inmediato que tuvo el jefe municipal y la sensibilidad que mostró tras escuchar la gran historia.   

    Pese al adiós de un símbolo de supervivencia y victoria, en el espacio no existe el derecho al olvido, sino más bien a la idea de transformación, conexión y valoración de los vanos espejismo de un pasado rico en esperanza por más perdidas que haya. “Mira cómo es la vida, las palmeras duraron lo que duró toda mi familia. Hoy solo queda mi tía”, terminó por reflexionar la “mitad taficeña, mitad capitalina”



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